MAGISTERIO

El Magisterio de la Iglesia y Santo Tomás de Aquino


“… a todos los hambrientos de verdad, Nos les decimos: Id a Tomás para que os de él, que tiene tanta abundancia, el pasto de la sana doctrina y el alimento de las almas para la vida eterna” (Pío XI, Encíclica Studiorum Ducem, 29 de junio de 1923).

“También el Concilio Vaticano II ha recomendado a Santo Tomás, dos veces, a las escuelas católicas. En efecto, al tratar de la formación sacerdotal, afirmó: «Para explicar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás». El mismo Concilio Ecuménico, en la Declaración sobre la Educación Cristiana, exhorta a las escuelas de grado superior a procurar que, «estudiando con esmero las nuevas investigaciones del progreso contemporáneo, se perciba con mayor profundidad cómo la fe y la razón tienden a la misma verdad», y afirma acto seguido que a este fin es necesario seguir los pasos de los Doctores de la Iglesia, especialmente de Santo Tomás. Es la primera vez que un Concilio Ecuménico recomienda a un teólogo, y éste es Santo Tomás. En cuanto a nosotros, entre otras cosas, baste repetir las palabras que pronunciamos en otra ocasión: «Los que tienen encomendada la función de enseñar... escuchen con reverencia la voz de los Doctores de la Iglesia, entre los que ocupa un lugar eminente Santo Tomás; en efecto, es tan poderoso el talento del Doctor Angélico, tan sincero su amor a la verdad y tan grande su sabiduría al indagar las verdades más elevadas, al explicarlas y relacionarlas con profunda coherencia, que su doctrina es instrumento eficacísimo, no sólo para poner a buen seguro los fundamentos de la fe, sino también para recabar de ella de modo útil y seguro frutos de sano progreso»” (Pablo VI, Carta Apostólica Lumen Ecclesiae, 20 de noviembre de 1974, 24).

“[…]. En una época en la que los pensadores cristianos descubrieron los tesoros de la filosofía antigua, y más concretamente aristotélica, tuvo el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón y la fe. Argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí.

Más radicalmente, Tomás reconoce que la naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede contribuir a la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no teme la razón, sino que la busca y confía en ella. Como la gracia supone la naturaleza y la perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón. Esta última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia del pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de Dios Uno y Trino. Aun señalando con fuerza el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha olvidado el valor de su carácter racional; sino que ha sabido profundizar y precisar este sentido. En efecto, la fe es de algún modo « ejercicio del pensamiento »; la razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente.

Precisamente por este motivo la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología. […].

Convencido profundamente de que « omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est », santo Tomás amó de manera desinteresada la verdad. La buscó allí donde pudiera manifestarse, poniendo de relieve al máximo su universalidad. El Magisterio de la Iglesia ha visto y apreciado en él la pasión por la verdad; su pensamiento, al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad universal, objetiva y trascendente, alcanzó « cotas que la inteligencia humana jamás podría haber pensado ».51 Con razón, pues, se le puede llamar « apóstol de la verdad ».52 Precisamente porque la buscaba sin reservas, supo reconocer en su realismo la objetividad de la verdad. Su filosofía es verdaderamente la filosofía del ser y no del simple parecer” (Juan Pablo II, Encíclica Fides et ratio, 14 de septiembre de 1998, 43-44).

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Semanas Anteriores

(No digitalizadas)

  • XXV : Santo Tomás y la Educación frente al Tercer Milenio. (2000)
  • XXIV : Verdad y Libertad. (1999)
  • XXIII : Santo Tomás: Humanista cristiano (actas del jubileo). (1998)
  • XXII : Recepción y Crítica del tomismo. (1997)
  • XXI : La Creación. (1996)
  • XX : Cultura y vida. (1995)
  • XIX : Naturaleza. (1994)
  • XVIII : El tomismo frente a los problemas doctrinales actuales. (1993)
  • XVII : Razón y Fe. (1992)
  • XVI : Hombre y Sociedad. (1991)
  • XV : Los saberes según Santo Tomás. (1990)
  • XIV : El tema de Dios en Santo Tomás. (1989)
  • XIII : Tomás de Aquino y la metafísica. (1988)
  • XII : El hombre y la doctrina moral tomista. (1987)
  • XI : Pensamiento y Lenguaje. (1986)
  • X : Teoría y Praxis. (1985)