1. Bula de Canonización de Santo Tomás de Aquino

BULA DE CANONIZACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

julio 18, 2023

 

Luego de dos procedimientos canónicos que involucraron más de 100 testigos oculares, Santo Tomás de Aquino fue canonizado el 18 de julio de 1323 por el papa Juan XXII con la bula Redemptionem misit. Ese día, la celebración litúrgica se llevó a cabo en la Catedral de Avignon (residencia del pontífice en ese tiempo) y participó todo el clero de la ciudad junto a Roberto, Rey de Nápoles. El Papa predicó sobre el Salmo 85; después del canto Veni Creator Spiritus anunció formalmente la canonización de Santo Tomás. La ceremonia concluyó con el canto del Te DeumIn medio ecclesiae y Os iusti. Esta jornada memorable se celebró en todo Avignon “como si fuese Navidad”. La bula de canonización fue publicada ese mismo día y declaraba que la fiesta de Santo Tomás debía celebrarse el 7 de marzo, día de su muerte en la abadía de Fossanova.

Presentamos aquí su versión española*:

 

 

 

JUAN XXII

REDEMTIONEM MISIT

BULA DE CANONIZACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO

18 DE JULIO DE 1323

 

PROTOCOLLO

Juan, obispo, siervo de los siervos de Dios, a todos los venerables hermanos patriarcas, arzobispos y obispos, así como a sus amados hijos abades, priores, decanos, archidiáconos, arciprestes y otros prelados de las iglesias a las que llegará esta carta, salvación y bendición apostólica.

INVOCATIO

1. El Señor envió la redención a su pueblo[1], cuando concibió la Palabra de Dios con la cooperación del Espíritu Santo, en el seno de la Virgen, misteriosa cámara nupcial, y se hizo carne y vino a habitar entre nosotros[2], instruyéndonos con su palabra, enseñándonos con su ejemplo, manifestándonos los cielos, revelándonos sus misterios, confirmando su doctrina con los milagros que realizó, confirmando todo con los testimonios de la Palabra santa, que había anunciado que estas cosas sucederían. Finalmente, ofreciéndose a Dios su Padre en el altar de la Cruz como víctima aceptable[3], lavó nuestros pecados con su sagrada Sangre, descendió a las regiones inferiores y despojó a los infiernos, resucitó de entre los muertos al tercer día[4], se apareció a sus discípulos durante cuarenta días y habló del Reino de Dios[5], ascendió a los cielos a la vista de sus discípulos[6], llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres[7]. Les hizo saber que la puerta del Paraíso, hasta entonces cerrada, finalmente estaba abierta en el cielo para aquellos que creían en Él. El cielo, por lo tanto, está abierto a los fieles, a los humildes, y especialmente a aquellos que se han consagrado voluntariamente, con el voto de castidad, pobreza y obediencia, a Dios de quien los necios se han distanciado. El reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan[8], porque quienes dominan los propios afectos tienden con una cierta violencia hacia realidades superiores.

2. Así fue como el Beato Tomás de Aquino, de la Orden de los Frailes Predicadores, doctor en teología sagrada, hombre de noble familia, y de mayor nobleza de alma, de ilustre fama, de vida digna, rumiando con diligente meditación, y discerniendo con cuidadosa deliberación, estando todavía en los años de la pubertad, recibió el mismo hábito de la Orden de Predicadores, aun en contra de la voluntad de su padre, quien envidiaba sus exitosas acciones, permaneció más firme, y al fin hizo profesión regular en ella, donde en poco tiempo avanzó tanto en ciencia, vida y moral, que siendo aún joven fue promovido al sacerdocio y a la misma maestría en Teología en París, la ciudad más famosa de todas, donde ocupó con gran estima, durante varios años de su carrera, la cátedra de Maestro, lo cual fue un gran honor para él, para su Orden y para la Universidad de París. De hecho, con su vida virtuosa, adquirió fama, produjo una doctrina segura con obras escritas en muy poco tiempo, pero que tuvieron gran difusión y despertó una legítima admiración, tanto que a él se aplican verdaderamente las palabras del Salmo: Desde lo alto riegas los montes, la tierra se sacia de la obra de tus manos[9]. Es este el tema que el santo eligió para iniciar su enseñanza in Sacra Pagina; se dice que le fue indicado por revelación, después de decir su oración, cuando se creía no apto para enseñar debido a su juventud, y se preguntaba qué propondría como tema para su lección inaugural.

3. Y como no quería permanecer ocioso, sino cultivar la tierra[10]escribió obras sobre las primeras ciencias y sobre las diversas partes de la filosofía, incluyendo las Sagradas Escrituras, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento, y muchas otras obras para la gloria de Dios, para el crecimiento de la fe y la instrucción de los estudiantes, todas con claridad, ciencia, renombre y sabiduría, no sin la infusión de un especial don de gracia. De hecho, para los hombres prudentes, la ciencia es fácil[11]y el signo absoluto de los sabios es la capacidad de enseñar[12].

4. Este hombre sabio pudo llevar a cabo tal obra porque se apartó de toda ambición de los bienes terrenales y aspiró a los celestiales. Ciertamente pasó todo su tiempo estudiando las cosas de Dios y renunciando a los bienes terrenales para obtener bienes eternos. Comenzó por las cosas de Dios para ser fortalecido en la tarea académica, porque, todos los días, antes de subir al púlpito a dar su lección o a hacer otras cosas, celebraba una misa y asistía a otra, o asistía a dos completas, si no celebraba ninguna. En las misas y también en otros actos de oración, a los que era asiduo, reveló, derramando lágrimas, la docilidad y la devoción de su alma por Dios, a quien nada se oculta.

5. En toda circunstancia, iluminaba con el resplandor de su castidad, con una piadosa moderación, con esa humildad que conservaba y nutría esta misma sobriedad sanante, de modo que muchos pensaron que había conservado intacta la virginidad de su carne. Esto fue afirmado por un piadoso confesor de la mencionada Orden, después de escucharlo largamente en confesión, el cual dijo en público y en presencia de todos, el día de su muerte, este testimonio fidedigno que ha llegado a nosotros: He escuchado la confesión general de este hombre santo, de quien doy testimonio, porque vino a mí puro como un niño de cinco años, ya que nunca conoció la corrupción en la carne. Además, este hombre de Dios se conformaba con la comida y las vestiduras comunes de los monjes; era de carácter manso, de delicada bondad, de piadosa misericordia, sujeto a la humildad y adornado con muchas otras virtudes; el orgullo de los honores y la familiaridad con las mujeres apartaba muy cautamente. No era orgulloso, y no mostraba ningún deseo de dominar, ni de disputar, porque incluso en las disputas se abstenía de jactarse y guardaba silencio en las discusiones, evitando el lenguaje pedante, incluso cuando la disputa silogística era utilizada como un recurso por otros. Por esto, este siervo de Dios se ocupaba de las cosas divinas y era en todo excelente, brillante en ciencia, ferviente en la predicación, devoto en la oración, profundo en la escritura, y a todo esto se dedicó asiduamente, de modo que además de las necesidades naturales o las horas de descanso, ya no tenía tiempo libre.

6. Cuando finalmente se acercaba el día en que iba a pasar de este mundo al Señor; después de haber vencido y triunfado sobre el mundo, fue acogido en la patria, en la eternidad perpetua[13], porque glorioso es el fruto de las buenas obras[14]. Viniendo de Nápoles, donde entonces enseñaba como doctor, siempre con gran fama, atravesando el mar se dirigió al Concilio de Lyon, donde, se dice, que había sido invitado por su ciencia eminente, por nuestro predecesor, de feliz memoria, el Papa Gregorio X. Cuando, pocos días antes del Concilio, llegó al monasterio de Fossanova, de la Orden Cisterciense, en la diócesis de Terracina, se sintió un poco enfermo y pidió devotamente que lo llevasen al monasterio. Al entrar en el monasterio, lleno del Espíritu de Dios, pronunció estas palabras: Este es el lugar de mi descanso por los siglos de los siglos; aquí viviré porque lo deseo[15]. Esto resultó ser cierto, como lo demuestra la tumba en la que fue enterrado su santo cuerpo. Fue allí donde su enfermedad comenzó a empeorar y gradualmente le hizo perder fuerza. Aunque su enfermedad duró muchos días, soportaba todo con paciencia y ecuanimidad, con espíritu sereno, porque era en todo humilde, aliviando así su enfermedad; se esforzó por agradar a Dios por medio de la obediencia y se ganó, incluso, el respeto de quienes lo servían, porque dio a todos un ejemplo de paciencia que imitar; por esta razón, los frailes de ese mismo monasterio de Fossanova, que sirvieron a Dios con gran devoción, viendo en este hombre santo las virtudes de la religión, le ofrecieron gustosamente sus servicios, porque lo veían soportar con plena resignación su enfermedad corporal. Algunos llevaban alegremente sobre sus hombros trozos de madera del bosque, otros todo lo que podía serles útil, porque no veían conveniente que los animales llevasen las cosas que necesitaba, y prestaban esta ayuda a aquel que tenía la prerrogativa de tantas virtudes.

7. Y cuando, durante esa misma enfermedad de la que murió, le fue suministrado el Santísimo Cuerpo de Nuestro Dios y Señor Jesucristo como alimento de su alma, y portado el viático, su alma, acostumbrada a saborear la dulzura de Dios, se fundió con él en dulce amor derramando abundantes lágrimas. Y entre las diversas palabras hermosas que pronunció, su fe y devoción inspiraron las siguientes, que pronunció[16] ante toda la comunidad de ese monasterio y en presencia de muchos hermanos de la Orden de Predicadores y de la Orden de los Frailes Menores que lo asistieron: Sobre este Sacratísimo Cuerpo de Dios y Señor Nuestro Jesucristo y de los demás sacramentos muchas cosas he enseñado y muchas cosas he escrito en la fe de Cristo Jesús y de la Santa Iglesia Romana, cuya corrección todo someto y todo expongoLuego recibió, junto con este mismo sacramento vivo, los otros sacramentos de la Iglesia, con la debida veneración y con profusión de lágrimas, y tres días después se durmió en el Señor en quien creía, a quien amaba y custodiaba con toda la ternura de su alma. El siervo fiel y prudente[17], no es obstinado en sus propios caminos, ni en sus sentidos, ni en su prudencia de principiante, ni se enorgullece del conocimiento que proviene de su opinión, porque quien pretende la majestad será abrumado por la gloria[18]. El Doctor también actuó con sabiduría y humildad, cuando en la fidelidad de su devoción, sometió, como hemos dicho, toda su doctrina, oral y escrita, a la regla de fe de la Iglesia, pronunciada por boca de Pedro, cuya estabilidad sabía que nunca sería sacudida por los vientos de la agitación humana; ya que después de reconocer la Divinidad de Cristo en estos términos: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo[19], Pedro merecía escuchar estas palabras: Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia[20]; y en otro lugar: he orado por ti, Pedro, para que tu fe no desfallezca[21]. Ahora, si Cristo ora por Pedro, es por su Iglesia por la que intercede.

 

 

TESTO

8. Porque es verdadero, digno y apropiado que aquel a quien Dios ha cubierto en esta vida con dones y gracias, completara ante los ojos de los hombres declarándolo santo una vez asunto al cielo, y lo haga brillar nuevamente después de su partida de esta vida, aunque incluso antes de eso se haya conservado el recuerdo de más de una maravilla, de tantos y tan grandes milagros, de tantas maravillas asombrosas, que estas palabras del Salmo pueden aplicarse correctamente a él: Sabed que el Señor ha glorificado a su santo[22], y así su vida ha sido testigo de sus milagros, y sus milagros han sido testigos de su vida[23]. Para la gloria de Dios, la exaltación del santo y la edificación de los fieles, hemos inscrito en esta bula, entre los muchos milagros, algunos atestiguados por testigos apropiados.

NARRATIO

Milagro 1: Del milagro del olor y la integridad de su cuerpo.

9. Aproximadamente siete meses después del día de la muerte de Santo Tomás de Aquino, su cuerpo estaba expuesto en la capilla de San Esteban de dicho monasterio, donde fue trasladado por los monjes del mismo monasterio desde su primera tumba, es decir, junto al altar mayor de la iglesia del monasterio mencionado, temiendo que su cuerpo fuera sacado de aquel lugar o se lo llevaran del monasterio. Decidieron exhumarlo de nuevo, y al abrirse su tumba, en aquella misma capilla de San Esteban, se esparció un perfume tan agradable que enseguida se extendió, y toda la capilla y el propio claustro del monasterio se llenaron de este maravilloso y suave perfume.

Se comprobó por la cuidadosa y minuciosa investigación de los monjes que esta efusión de olor milagroso exhalaba del propio cuerpo del santo. Por esta razón y por lo que vieron, surgió una mayor devoción entre los monjes, y su prior y algunos de ellos se vistieron con ornamentos litúrgicos, y todo el convento salió en procesión para llevar el cuerpo con honor hacia su primera tumba.

Al día siguiente celebraban solemnemente la Misa, como para un confesor, porque no consideraban oportuno celebrar la Misa de Réquiem, como para un difunto ordinario. Muchos testigos cuentan haber percibido un olor similar, algunos después de siete años, otros después de casi catorce años, cuando los monjes, por diversas razones y en varias ocasiones, tuvieron que inspeccionar diligentemente el cadáver.

Ciertamente este olor expresaba la pureza de su carne agradable a Dios, representaba el perfume de sus oraciones y revelaba su clara fama y la difusión de sus virtudes y sus aromas.

Milagro 2: Sobre la recuperación de la enfermedad de la gota.

10. Un cirujano, enfermo de gota desde hacía un decenio, hasta el punto de que no podía en modo alguno moverse ni andar por sí mismo sin la ayuda de muletas o de otras personas, se encomendó a Dios y al Beato Tomás, se postró ante su sepulcro y, después de rezar la oración, recobró la salud, y comenzó a saltar y a correr, alabando a Dios por haber sido curado por sus méritos de una enfermedad tan larga y fatigosa.

Milagro 3: Curado de una visión horrible.

11. Otra persona, aterrorizada por la visión de una horrible pesadilla, estaba paralizada de manos y pies, incluso tenía la boca y la cara deformadas, estaba privada de los sentidos y de toda fuerza, tanto que ni siquiera podía hablar, parecía un cadáver, no sentía nada, ni siquiera cuando sus miembros se acercaban al fuego; entonces fue llevada a la tumba del santo y en poco tiempo quedó completamente libre y salió de dicha tumba completamente curada.

Milagro 4: El milagro del olfato.

12. Otro individuo, que no sentía devoción por el santo, experimentó doblemente el poder de Dios en él: mientras lo despreciaba, cayó enfermo, y en el momento en que se arrepintió de su culpa, recobró la salud. Esto sucedió cuando un capellán, para promover la causa de la devoción, le mostró varias reliquias en una custodia para que las venerara, y le dijo que había otras aún más preciosas, a saber, la mano del hermano Tomás de Aquino.

El hombre despreció al capellán, se rio de sus palabras, se rio de las reliquias porque no le interesaba verlas, y dijo: “él no es un santo, sino sólo un fraile de la Orden de Predicadores”; pero he aquí que inmediatamente le sobrevino un temblor, y su cabeza pareció agarrada por un gran quiste, grueso y pesado. Escarmentado por esta enfermedad, arrepintiéndose de su incredulidad, y arrepintiéndose al mismo tiempo de sus palabras, pidió y obtuvo el perdón del sacerdote, y al besar respetuosamente la mano de Santo Tomás, se sintió inmediatamente liberado del temblor y de la inflamación de la cabeza.

Y él mismo contó cómo había sentido un olor tan fuerte y dulce que salía de aquella mano. Al tocarla, su cabeza y toda su persona se impregnaron del olor, que permaneció durante mucho tiempo; y muchos de los que venían detrás de él sintieron este olor y le pidieron explicaciones; y, a causa de esta señal, se vio obligado a contar de mala gana el milagro que había tenido lugar.

Milagro 5: Personas curadas de la enfermedad de angina.

13. Cierto comerciante, que gozaba de buena salud, mientras estaba sentado a la mesa, fue presa de una fuerte angina de pecho que le duró dos días. A causa de esta enfermedad, ya no podía mover la lengua y perdió el habla. Mientras los médicos le suministraban muchos remedios, la enfermedad progresaba, empeoraba cada vez más, porque los remedios no la hacían desaparecer, al contrario, la agravaban; enterado de la devoción al santo, se hizo llevar a la tumba, y lo que no podía pedir con palabras, lo escribió de su puño y letra.

Pero su esposa se opuso, porque estaba prohibido que las mujeres entraran en la iglesia de este monasterio. Así que, informado de que él mismo podía suplicar que le libraran de su enfermedad, rezó con afecto a este santo varón. A partir de ese momento, pudo mover la lengua, mejoró y se recuperó completamente en poco tiempo.

Milagro 6: La fiebre ha desaparecido.

14. Otro, aquejado de fiebres diarias, dolencias hepáticas y estomacales desde hacía más de siete semanas, habiendo empeorado un viernes, se enteró de los milagros que realizaba el hombre de Dios; al día siguiente, el sábado por la tarde, siguiendo el consejo de su esposa de hacer un acto de devoción, en presencia de ella, se consagró devotamente al santo; al día siguiente, domingo por la mañana, ya estaba completamente libre de sus dolencias.

Milagro 7: Una mujer curada de su sordera.

15. Una mujer temía con razón por la vida de su hijo, un bebé de dos meses aún en la cuna, porque en los últimos cuatro meses su sordera se había agravado tanto que, aunque le habían gritado varias veces, apenas podía oír los fuertes gritos de su hijo. Por sugerencia de su marido, que compartía su tristeza y estaba angustiado por el peligro que podía correr su hijo, con total sumisión hizo voto al santo de Dios para que le quitara esta dolencia; después de hacer el voto, bajó por la noche y se durmió, y al día siguiente se encontró curada por los méritos del santo, como ella deseaba.

Milagro 8: Una niña curada de cáncer de garganta.

16. Una joven tenía la garganta aquejada de una dolencia que la contraía tanto que no tenía el menor espacio ni la menor fuerza para ingerir alimentos sólidos o líquidos, y estaba cerrada de tal manera que sólo podía respirar con gran dificultad; entonces, convencida por su madre, se encomendó devotamente al santo varón; al día siguiente, llevada a dicho monasterio de Fossanova, le colocaron las reliquias de este santo varón envueltas en un paño sobre la garganta, e inmediatamente se sintió mejor, comió pan y se recuperó perfectamente.

Milagro 9: Un fraile converso curado de fuertes dolores en el hombro y el brazo.

17. Un fraile converso del citado monasterio de Fossanova, padecía dolores tan fuertes en el brazo y hombro derechos que el brazo, que mantenía suspendido desde hacía tres meses con una venda, le era inútil y le movía violentamente. Como la medicina que había pedido a los médicos no estaba disponible y el dolor era cada vez peor, al expresar humildemente al santo sus deseos de curación y postrarse ante su tumba, acabó quedándose dormido cerca de ella.

Más tarde fue despertado por otro monje del mismo monasterio y encontró su brazo, que hasta entonces había estado sujeto por una banda que colgaba de su cuello, fuera de la tela. Como es costumbre al despertarse, se llevó ambas manos a la cabeza para rascarse y así se dio cuenta de que estaba curado; se lo contó a sus compañeros y no ocultó a los presentes este extraordinario milagro.

Milagro 10: Un niño se recupera de un tumor.

18. Un niño de cuatro años, enfermo de cáncer, tenía la espalda, las piernas y los pies tan enrojecidos que ni su madre ni nadie podía tocarle la herida sin que él se quejara; no pudo moverse durante un mes, porque tenía mucho miedo al dolor; y los médicos no tenían ninguna esperanza de curar al niño si no era con una operación, y si se hacía, seguía existiendo el riesgo de que tuviera un futuro comprometido, pues en la mente de la gente la perspectiva era muy sombría.

Cuando la naturaleza inválida no encuentra ayuda recurriendo a la medicina, es en Dios donde la encontrará, pues Él es glorioso y obra sus maravillas a través de sus santos. En efecto, la madre del niño, que lo amaba tiernamente, lo recomendó con devoción a Santo Tomás, para que el santo lo curara de dicha enfermedad por su mérito, sin operación. El niño fue entonces llevado al monasterio, colocado sobre la tumba del santo, y pronto se levantó curado de su enfermedad.

PETITIO

19. Tales son, pues, oh Dios, los testimonios que has dado por medio de este justo, y son dignos de toda nuestra confianza[24]. Ahora bien, si aceptamos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es más poderoso[25]. Creemos que Dios posee ya su alma en el cielo, y esperamos los frutos de su intercesión; creemos que está admitido entre la multitud de los santos, y, como una estrella de la mañana[26], creemos que allí está su lugar.

Así, oh buen Jesús, alimenta nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, enciende en nosotros el fuego de la caridad. Que se alegre la Madre Iglesia, que se alegre Italia, que se alegre su familia en Campania, su patria, que se alegre la Sagrada Orden de Predicadores, que resuene la devoción de los religiosos, que aplauda la multitud de los médicos, que se reanimen los jóvenes para los estudios, que no se entumezcan los hombres maduros.

Que los ancianos se regocijen en él, que todos sean perfectos en humildad, que no abandonen la contemplación, que ejecuten diligentemente los mandatos de Dios. Porque dio a su corazón preceptos, ley de vida y disciplina[27], y la sabiduría del humilde levanta su cabeza[28]. Porque lo elevó por encima de sus compañeros, y en medio de la Iglesia abrió su boca, y el Espíritu del Señor lo llenó de sabiduría y de inteligencia, y lo vistió con su manto de gloria[29].

La Verdad, que es Cristo, ciertamente no ha sido ofrecida ficticiamente a los maestros: Quien me ilumine tendrá la vida eterna[30]. Puesto que Cristo es el verdadero y propio Sol de justicia[31], no deja de iluminar las estrellas y hacer que irradien su luz, ya que brillan al estar iluminadas por él.

Por eso habita en la luz inaccesible[32]que es el esplendor de su gloria y la expresión de su sustancia[33]. Por eso las tinieblas no fueron dejadas en la oscuridad, ni abandonadas, ni cubiertas por las nubes, como si no difundieran el rayo de su resplandor.

20. Además, puesto que el orden de la razón postula que la Iglesia triunfante en el cielo debe ser seguida devotamente por los que sirven en la tierra, honren con la debida veneración a quien ha sido colocado en la multitud del cielo y conoce la gloria de Dios.

Por nuestra parte, hemos examinado y discutido la santidad de la vida de este Confesor y la autenticidad de sus milagros, no una sola vez, sino una y otra vez, sin prisas, solicitando también la ayuda de nuestros hermanos Cardenales de la Santa Iglesia Romana, cuyos informes nos han sido sometidos a examen, con tanta firmeza como madurez, certeza como prudencia, al investigar y examinar lo que había, valiéndonos en esta tarea de un procedimiento arduo e igualmente difícil.

Porque entendemos con dificultad lo que hay en la tierra, y encontramos con dificultad lo que está ante nuestros ojos: ¿quién, pues, descubrirá lo que hay en el cielo?[34]. Gracias a Nuestra solicitud y a la de Nuestros Venerables Hermanos, después de haber verificado perfectamente la santidad de su vida y la autenticidad de los milagros obrados por su mérito, y después de haber respondido a todos aquellos que humilde y piadosamente Nos rogaron en presencia de los numerosos prelados presentes en la Sede Apostólica, bajo el consejo y consentimiento de nuestros hermanos Cardenales, y bajo la autoridad de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, lo estimamos digno de ser incluido en el catálogo de los Santos Confesores.

DECRETUM

21. Por tanto, por esta misma Carta Apostólica, os exhortamos a todos y os mandamos a celebrar con devoción, solemnidad y justa veneración la fiesta de este Confesor, el 7 de marzo, para que su piadosa intercesión nos proteja aquí abajo de los peligros y nos traiga la alegría eterna en el futuro.

22. Para hacer más fervorosa la presencia de todo el pueblo cristiano ante el venerable sepulcro de este famosísimo Confesor, a fin de celebrar juntos su fiesta, a todos los fieles verdaderamente contritos y confesos que, cada año en este día, acuden devotamente al sepulcro del Santo para pedir perdón, les concedemos, por la misericordia del Todopoderoso y por la autoridad de los beatos Pedro y Pablo, Apóstoles, un año y cuarenta días de perdón.

Y a los que verdaderamente realicen este mismo acto de piedad dentro de los siete días siguientes a la fiesta, les concedemos también misericordiosamente cien días de indulgencia para que paguen todavía por sus pecados.

Dado en Aviñón, el 18 de julio de 1323, año séptimo de nuestro pontificado.

 

* Parte de la traducción fue realizada por la Hna. Maria Eugenia, M.D.

[1] Psalm. CX, v. 9. Redemptionem misit Dominus populo suo.

[2] Ioann., c. 1, v. 14. Caro factum est et habitavit in nobis.

[3] Cf. ad Ephes., c. XV, v. 2; ad Philippens., c. IV, v. 28.

[4] Cf. I ad Corinth., c. XV, v. 4; Symbol Apostolic.

[5] Cf. Act. Apostol., c. 1, vv. 9 s.

[6] Act. Apostol., c. 1, v. 3.

[7] Ad Ephes., c. IV, v. 8. Captivam ducens captivitatem, dedit dona hominibus.

[8] Matth., c. XI, v. 12; cf. Luc., c. XVI, v. 16.

[9] Psalm. CIII, v. 113. Rigans montes de superioribus suis, de fructu operum tuorum satiabitur terra

[10] Cf. Genes., c. II v. 5.

[11] Proverbior., c. XIV, v. 6. Doctrina quippe prudentium facilis.

[12] Et omnino scientis signum est posse docere, cf. DE TOCCO, Vitae, De sancti Thomae prudentia in consiliis dandis.

[13] Cf. Dan, c. XII, v. 3.

[14] Sapientia, c. III, v. 15. Laborum bonorum gloriosus est fructus

[15] Psalm, CXXXI, v.14. Hec requies mea in seculum seculi, hic habitabo quoniam preelegi eam.

[16] El original latino dice eructasse refertur, haciendo referencia al pasaje de Cantic. Cantic., c. V, v. 6.

[17] Matth., c. XXIV, v. 45. Fidelis servus est prudens

[18] Proverbios, c. XXV, v. 27. Qui perscrutator est maiestatis opprimetur a gloria.

[19] Matth., c. XVI, V. 16. Tu es Christus Filius Dei vivi.

[20] Matth., c. XVI,v. 18; Luc., c. XXII, V. 32. Tu es Petrus e super hanc petram edificabo Ecclesiam meam.

[21] Luc., c. XXII, V. 32. Ego pro te rogavit Patre, ut non deficiat fides tua.

[22] Psalm., IV, v. 3. Scitote quia mirificavit Dominus sanctum suum.

[23] Ioann., c. 1, v. 8.

[24] Psalm. XCII, v. 5.

[25] I. Ioann., c. V, v. 9.

[26] Ecclesiastic., c. L, v. 6.

[27] Ecclesiastic., c. XLV, v. 6.

[28] Ecclesiastic., c. XI, v. 1.

[29] Ecclesiastic, c. XV, v. 5.

[30] Ecclesiastic, c. XXIV, v. 31.

[31] Cf. Malach., c. IV, v. 2.

[32] I ad Timoth., c. IV, v. 16.

[33] Ad Hebr., c. 1, v. 3.

[34] Sapient., c. IX, v. 16

 

https://tomasdeaquino.org/bula-de-canonizacion-de-santo-tomas/ 07-08-2023